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La hija de Píscatoris sufrió fuertes dolores de cabeza y una especie de demencia, por lo que, movido por la misericordia, el ciudadano Georgius de Kulisch la acogió en su casa. Sin embargo, la situación se complicó cuando quedó poseída por un demonio y comenzó a realizar hechos sorprendentes.
Todo lo que tocaba—su ropa, el pecho, la barba o la cabeza—lo convertía en moneda en la región correspondiente, que inmediatamente masticaba y tragaba. La moneda obtenida de esta manera la mostraba a otros como objeto de asombro. A veces, ella misma ofrecía a otros estas monedas y con frecuencia devoraba las agujas que le daban. Incluso hablaba en el dialecto de Alemania superior, que no le era familiar, mostrando un conocimiento sobrenatural.
Debido a la complejidad de los fenómenos, era imposible describir con palabras o escritura todo lo que hacía. Por ello,
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se recurrió a un sacerdote, quien fue quien supo cómo actuar con la niña.
El sacerdote llevó a la niña a las sagradas conciones, donde, mediante fervientes y continuas oraciones, se intercedió ante Dios por ella. Durante las conciones, la niña fue reprendida públicamente por el ministro del Verbo.
Gracias a la gracia divina y a las oraciones de la Iglesia, la niña fue liberada del demonio, restaurada a la salud y ya no mostró ningún signo de locura o enfermedad. Desde entonces, permaneció fielmente en Frankfurt, sirviendo tanto en cuerpo como en alma, sin sufrir más ataques del demonio. El Senado de la ciudad certificó públicamente la veracidad de este hecho en 1538.
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