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Bendito eres tú, oh Señor, Dios de nuestros
padres, Creador de los cambios del día y de la noche, que das reposo al
cansado, que renuevas la fortaleza de los abatidos, y que al atardecer nos
brindas ocasión de cantar nuestra alegría. Así como nos has protegido durante
el día que termina, sé con nosotros en la noche que comienza; guárdanos de todo
pecado, de todo mal y de todo temor; porque tú eres nuestra luz y nuestra
salvación y la fortaleza de nuestra vida. A ti sea la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
Dios todopoderoso y eterno, permite que
nuestra oración delante de ti sea como incienso, el levantar de nuestras manos
como la oblación de la tarde. Danos gracia para contemplarte, presente en tu
Palabra y en tus Sacramentos, y para reconocerte en las vidas de los que nos
rodean. Aviva en nosotros la llama de ese amor que ardió en el corazón de tu
Hijo al sufrir la Pasión, y concede que arda en nosotros para la vida eterna, y
por los siglos de los siglos. Amén.
...
ahora y siempre
como era en el principio
Gloria al Padre
por los siglos de los siglos. Amén.
y al Hijo y al Espíritu Santo:
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