La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

Bendito eres tú, oh Señor, Dios de nuestros padres,

 

 


Bendito eres tú, oh Señor, Dios de nuestros padres, Creador de los cambios del día y de la noche, que das reposo al cansado, que renuevas la fortaleza de los abatidos, y que al atardecer nos brindas ocasión de cantar nuestra alegría. Así como nos has protegido durante el día que termina, sé con nosotros en la noche que comienza; guárdanos de todo pecado, de todo mal y de todo temor; porque tú eres nuestra luz y nuestra salvación y la fortaleza de nuestra vida. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Dios todopoderoso y eterno, permite que nuestra oración delante de ti sea como incienso, el levantar de nuestras manos como la oblación de la tarde. Danos gracia para contemplarte, presente en tu Palabra y en tus Sacramentos, y para reconocerte en las vidas de los que nos rodean. Aviva en nosotros la llama de ese amor que ardió en el corazón de tu Hijo al sufrir la Pasión, y concede que arda en nosotros para la vida eterna, y por los siglos de los siglos. Amén.

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