La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

En la Divina Audiencia ,ya está condenado,


El Rey de Irlanda, llamado Ximenez, tuvo grandes discordias con sus caballeros, porque pretendía cargar demasiado a sus vasallos; y ellos, en cambio, defendían sus leyes y libertades acostumbradas. 

Nació la tensión entre la majestad de su corte y su trato riguroso, lo que le llevó a escuchar a un consejero suyo, quien le persuadía para tratar de obtener un poder absoluto sobre los vasallos, diciendo: "Es Vuestra Majestad el Rey"

Debe hacer tu voluntad, obedeciendo los súbditos en todo; y no siendo así, solo tiene el nombre de Rey. 

Siguió su consejo el Rey Timo. Quiso ejecutar sus designios, cargando pesadas y nuevas servidumbres en los pueblos; pero éstos entendieron la fuerza que se hacía a sus privilegios, y se pusieron en armas contra su Señor, que se vio enlaces apretadísimos de perder la vida y estados. 

Halló para alivio de su congoja el acudir a Dios y a sus Ángeles, pues le faltaban fuerzas humanas para resistir a tan fuerte invasión. Se retiró en su Capilla; y pidiendo socorro al Cielo, con humilde resignación, le sobrevino un pesado sueño. En él tuvo revelación de su Ángel Custodio, que le habló de este modo: Por la mucha devoción que me has tenido y el amor que tienes a todos los Ángeles, hemos rogado por ti; y hemos aplacado la severidad Divina que estaba indignada. 

te aviso, que tendrás paz con tu Pueblo. Pero es voluntad de Dios que guardes sus leyes y costumbres aprobadas, como hicieron siempre tus predecesores. Has de considerar que su Majestad Divina no entrega su Pueblo a los Príncipes como posesión de bienes domésticos; solo lo tiene encomendado para que le rija, defienda y gobierne como hijo a su Padre, mirando por él como por su alma. Mira que quien pretende regir a los vasallos por su gusto, no atendiendo a fueros, leyes y loables costumbres, no es Rey sino Tirano, y lobo cruel en el rebaño de Dios. Advierte que como el Pueblo te está obligado a guardar las promesas y condiciones hechas en tu favor; de ese mismo modo debes conservar las que miran su comodidad. Y por ser Rey debes cumplirlas mejor.

Al acompañar el fiel a tu estado, la nobleza y el amor a la República, debe resplandecer en tu persona el temor de Dios, con virtudes y bondad. Recuerda que cuanto más alto estés en rango y honor, tanto más debes ser sabio, benigno, humilde y amigo de Dios, ya que necesitas más de su favor para llevar tu pesada carga. Debes ajustarte a las leyes de tu pueblo y cumplir con lo que te piden, según Dios, con razón y buena conciencia.

Considera cuánta cuenta estrecha tendrás que rendir a Dios en el día del juicio, si has conservado en paz el gobierno de tus súbditos, si has guardado las condiciones que estabas obligado a cumplir, porque sobre todas las cosas del mundo, Dios ama las almas de los hombres, y si las gobierna con tiranía en lugar de guiarlas con suavidad, el Juez estará indignado, tanto en esta vida como en la otra. No promuevas más discordias con tu pueblo; haz lo que se requiere para el buen gobierno y utilidad de los vasallos.

También te notifico que es voluntad de Dios que aquel malvado hecho, que mal aconsejó, caiga pronto en tu indignación; como señal de esta verdad, te sentirás muy enojado contra él cuando me aparte de tu presencia.

 En la Divina Audiencia y en su decreto ya está condenado, porque sembró división entre ti y el pueblo, movido por la soberbia, estimulado por la crueldad y cargado de malicia. Dale una muerte cruel y después conocerás sus falsos consejos. Maldición: que el Rey siempre debe hacer su voluntad; porque vuestras voluntades, como dicen las Sagradas Escrituras, siempre están inclinadas a la injusticia. Por eso se defienden los súbditos."

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