- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
¡ He aquí, Dios mío, a qué
se reducirá también este mi cuerpo, con que tanto os he ofendido: a gusanos y
podredumbre! Mas no me aflige, Señor; antes bien, me complace que así haya de
corromperse y consumirse esta carne, que me ha hecho perderos a Vos, mi sumo
bien. Lo que me contrista es el haberos causado tanta pena por haberme
procurado tan míseros placeres.
No quiero, con todo,
desconfiar de vuestra misericordia. Me habéis guardado para perdonarme (Is.,
30, 18), ¿no querréis, pues, perdonarme si me arrepiento?...
Arrepiéntome, sí, ¡oh Bondad
infinita!, con todo mi corazón, de haberos despreciado. Diré, con Santa
Catalina de Génova: Jesús mío, no más pecados, no más pecados. No quiero abusar
de vuestra paciencia. No quiero aguardar para abrazaros a que el confesor me
invite a ello en la hora de la muerte. Desde ahora os abrazo, desde ahora os
encomiendo mi alma.
Y como esta alma mía ha
estado tantos años en el mundo sin amaros, dadme luces y fuerzas para que os
ame en todo el tiempo de vida que me reste. No esperaré, no, para amaros, a que
llegue la hora de mi muerte. Desde ahora mismo os abrazo y estrecho contra mi
corazón, y prometo no abandonaros nunca... ¡Oh Virgen Santísima!, unidme a
Jesucristo y alcanzadme la gracia de que jamás le pierda.
...
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Comentarios
Publicar un comentario