Nunca respondas si escuchas que tu nombre es llamado por el río”

la gran Reina se le apareció, la tocó y, al instante, estaba bien



Una de las santas más enamoradas y favorecidas por la gran Reina fue la que, en este día del año 1373, mereció escuchar su blanda y suave voz en la última hora de su vida. Esta fue Santa Brígida viuda, quien era visitada con frecuencia por la divina Señora con gran familiaridad y cariño. Habiéndola desposado con su Hijo, le dijo: "Amada mía, de aquí en adelante no te llamaré sino mi nuera". La Santa aceptó con gusto, pero respondió: "Señora, acepto ser llamada nuera, pero yo, con vuestra licencia, os llamaré madre, ya que me parece un nombre más dulce que el de suegra".

A la edad de siete años, Santa Brígida vio a nuestra Señora con una corona de oro en su mano y le pidió probarla, diciendo: "Señora, esa corona parece pequeña para vuestra cabeza, ¿no me la dejaréis probar para ver si me queda bien?". "Sí, Brígida, con mucho gusto", respondió la gran Reina, colocándole la corona y llenando a su sierva de una indecible ternura y suavidad espiritual que perduró toda su vida.

Cuando Santa Brígida estaba desahuciada por los médicos debido a intensos dolores de parto, la gran Reina se le apareció, la tocó y, al instante, dio a luz estando bien. La Santísima Virgen también reveló a esta Santa la salvación de S. Hemingo, debido a la gran devoción que él le tenía, mencionando su favor en todos sus sermones.

Santa Brígida procuraba celebrar las festividades de manera especial, especialmente la fiesta de la Purísima Concepción, revelada con especialidad por nuestra Señora, quien la llamó a los descansos eternos en este mismo día, acompañada de ángeles, cantando aquel verso de los Cánticos: "Veni de Lybano sponsa mea".

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