'Soy un alma que sufre en el Purgatorio en este hielo

 


San Antonino relata que ciertos pecadores, encontraron un gran pedazo de hielo en un río. Lo llevaron y presentaron a su obispo, llamado Theobaldo, quien sufría una gran enfermedad en los pies, causada por el calor y el fuego. 

Con el hielo, sintió un gran alivio en ellos. Un cierto día, escuchó una voz que salía del hielo. Asustado, el obispo lo conjuró para que dijera quién era y qué quería.

 La respuesta fue: 'Soy un alma que sufre en el Purgatorio en este hielo; pero si durante treinta días seguidos dices treinta Misas por mí, seré libre de penas'. El obispo comenzó a hacerlo con cuidado, y después de haber dicho la mitad, justo cuando comenzaba a vestirse para decir Misa, llegaron con gran alboroto, ciudadanos que rogaban que detuviera el sacrificio, advirtiendo que si no lo hacía, podría haber consecuencias. 

(Esto fue tramado por el demonio para hacer que cesara el santo sacrificio en favor del alma afligida.) El obispo dejó de decir la Misa por esto, y tuvo que comenzar de nuevo las treinta Misas. Y cuando llegó a las veinte y nueve, alistándose para decir Misa, llegaron noticias de que los enemigos estaban cerca Aquí está Cerca de la ciudad, cuando acudía a favorecerles, fue él a la necesidad de sus ciudadanos y dejó de decir Misa aquel día, y hubo de comenzar las treinta; y llegado ya a la última, le dieron noticias y le mostraron que su casa ardía toda de fuego, que acudiera a remediarlo; el buen Obispo respondió que aunque se ardiese toda la ciudad no quería dejar la Misa. 

Acabada la Misa no se apareció más el hielo, cesó el fuego, y no se vio daño alguno que hubiese hecho, que fueron todas ilusiones del Demonio para estorbar el remedio de aquella alma. La gravedad y diversidad de las penas del Purgatorio se manifiestan en alguna manera por las que se cuentan del Purgatorio.

 de San Patricio, que  que habiendo salido del uno soldado, que por penitencia se le dio entrara en el por espacio de veinte y cuatro horas, dice: Luego que entré en él, vi horribles figuras, y con la señal de la Cruz las ahuyentaba; y llegando a donde estaba un horno muy encendido, vi dentro muchos ardiendo, cuya vista me dio gran pena, y con la Cruz me libré de ellos. Después vine a un campo grande y espacioso, adonde estaban muchos atormentados, otros atravesados, otros despedazados, y otros con tantos dolores que no podían gemir de dolor; y con esta vista fui grandemente afligido. Después fui llevado a un gran campo, adonde había grandes lagunas de metal ardiendo, donde eran muchos fuertemente atormentados; y andaban los demonios volando sobre las lagunas, sumiendo a los que salían a respirar y pedir misericordia, y hundiéndolos con unos garfios que traían en las manos. Vine después a unos campos muy amenos, adonde estaba una ciudad muy admirable; y quise quedarme allí, pero no lo consintieron, y me hicieron.


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