la Santísima Virgen se le apareció en sueños, a quien era muy devoto

 

De un novicio de la religión seráfica se cuenta que tomó el hábito debido a ciertos fracasos y disgustos entre sus familiares en el mundo. Era de naturaleza y complexión muy delicada; en su vida secular, se complacía en regalarse y vestir con gran comodidad. Sin embargo, poco tiempo después de ingresar al noviciado, Satanás lo tentó fuertemente con la idea de abandonar, ya que la austeridad del entorno contrastaba fuertemente con los lujos a los que estaba acostumbrado en el mundo. Las dificultades como la comida sencilla, la túnica gruesa y la cama de paja lo llevaron a considerar abandonar la religión.

"Esperó el momento oportuno y, al pasar por el claustro delante de una imagen de Cristo, nuestro Señor crucificado, se arrodilló como tenía costumbre. Allí mismo, cayó en un sueño tan profundo que se quedó dormido, tendido en el suelo. En ese instante, la Santísima Virgen se le apareció en sueños, a quien era muy devoto. Con ternura y amor le preguntó: 'Novicio principiante, ¿qué hemos hecho, mi Hijo y yo, para que nos dejes así?' A lo que él respondió: 'Señora, no os dejaría si me atreviera a soportar las dificultades de la cama dura, el vestido tosco y la comida pobre. Haced, Señora, que el guardián cambie todo esto por lo que mi madre en el mundo me proporcionaba, y veréis que no abandonaré la religión.'"

Espera, dijo entonces la Santísima Virgen, señalando con el dedo hacia donde estaba el Santo Cristo, y le dijo: Mira hacia donde yo señalo. Volvió los ojos y vio que la santa imagen, desclavando un brazo, puso la mano dentro de la llaga del costado. Llamando al novicio, le dijo: Pon aquí tu mano, úngela con la sangre que sale de esta llaga que me hicieron tus pecados. Si alguna vez encuentras áspera la religión, ven aquí y úngela tantas veces como quieras. Impresionado por la experiencia, el novicio, sintiendo la confusión y vergüenza en el alma al ver cómo mal correspondía a un Dios que había derramado su sangre por sus pecados, regresó a la celda, abrazó la mortificación y agradeció a María Santísima el favor. Perseveró constantemente en la religión. Cuando el demonio le traía de nuevo a la imaginación las conveniencias y regalos del mundo, se colocaba frente a la imagen en el claustro, fortaleciendo su espíritu y logrando grandes progresos en la virtud.