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La primera causa de las distracciones es no haber preparado previamente el tema que se va a meditar antes de la oración; como dice San Bernardo en su obra "La meditación sin lectura previa es errónea".
Si la meditación no es precedida por la lectura o la preparación del tema en el que el alma deposita en la memoria lo que va a meditar, cometerá errores durante la oración al no estar bien instruida con la lectura, que es el punto de apoyo y el tema al que uno recurre cuando se distrae. Como dice Suarez en ): "Tendrá una dirección incierta y vagará como en una especie de temeridad y casualidad si, antes de comenzar a meditar, no propone un tema mediante la lectura". Aquel que no se apoya en la lectura y no prepara algún tema fijo y determinado antes de la oración, sino que se adentra en ella de manera incierta, actúa con temeridad y se expone a muchas divagaciones y distracciones durante la oración.
En la preparación no solo se incluye la lectura, sino también el afecto que se desea obtener de la meditación. Como dice San Bernardo en su sermón 12 sobre el Cantar de los Cantares: "El que en la oración es tibio debe permitir que la lectura sirva a la oración y preparar el afecto".
Para evitar la tibieza y la pereza en la oración, que son la causa de las distracciones, no solo debe preceder la lectura, sino que también se debe preparar el afecto o el fruto que se espera obtener de la oración. Quien va a hablar con un príncipe siempre prepara y organiza primero los argumentos que va a presentar y el asunto que va a solicitar, y esto no de manera general, sino específicamente. ¿Y quién llega a este punto sin estar muy preparado en estas dos cosas? Y aquel que carece de esta preparación actúa con temeridad, se expone a cometer muchos errores y defectos, y termina frustrado y avergonzado sin lograr su pretensión.
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