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" la lengua del murmurador es peor que el infierno; la razón es porque el infierno atormenta solo a los malos, mientras que el murmurador persigue con su lengua tanto a buenos como a malos, y se ensaña contra la virtud. Quien toca la candela con los dedos se ensucia a sí mismo pero deja la candela con más luz. Quien difama la fama del virtuoso ensucia su propia alma y conciencia, y da al bueno ocasión de mérito. Así ocurrió con Simón Fariseo y la gloriosa María Magdalena, que fue alabada por Cristo mientras el Fariseo quedó confundido por murmurar de ella. Los murmuradores se hacen más daño a sí mismos que a los demás, ya que se matan a sí mismos y benefician a los demás. Dios alabó a Moisés cuando Aarón y Miriam murmuraron contra él, dándoles lepra a los murmuradores y alabanza a Moisés. Cuando unos fariseos murmuraron del Redentor y blasfemaron diciendo que lanzaba demonios en virtud de Belcebú, para confusión de los murmuradores y gloria del Salvador, nuestro Señor permitió que una mujer se levantara en medio de la multitud y, con alta voz, alabara a Cristo nuestro Redentor, diciendo: "Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste" (Lucas 11). De esta manera, los murmuradores atraen afrenta para sí mismos y gloria y honor para aquellos a quienes persiguen con sus lenguas. Nunca les falta a estos murmuradores algo que decir, ni necesitan causa u ocasión, ya que ellos mismos la buscan.
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