La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

nuestro Señor Jesucristo se le apareció en forma de un viejo venerable,



"Pobre jornalero, tan fino amante de Dios como de sus pobres, antes de salir a trabajar, escuchaba misa, encomendándose a Dios para que le diera el conocimiento para servirle y poder proveer a su familia. Esperando una mañana que lo llevaran a trabajar, al no llegar nadie se fue a escuchar misa, y como era tarde, no encontró dónde ir, afligiéndose al no tener con qué llevar comida a sus hijos. Estaba en la plaza muy triste, cuando se acercó a él un mercader rico y le dijo: ¿Cuál es la razón, amigo, de que no hayas ido a trabajar?

Él le respondió que, al ser muy de Estando de mañana, para pasar el tiempo, entró a la misa, y entreteniéndose mucho en la iglesia, se pasó la hora de los jornaleros, quedándose sin que nadie le llamara para trabajar.

 Sorprendido el mercader de la buena fe y virtud del jornalero, le dijo: "Amigo, no te aflijas, ve a la iglesia y ruega por mí, que yo te pagaré tu jornal". Muy alegre, se fue a la iglesia, pasando todo el día de rodillas rogando por el mercader, quien a mediodía le envió comida y por la noche le dio seis reales y un pan, más que a los otros.

De regreso a su casa, nuestro Señor Jesucristo se le apareció en forma de un viejo venerable, y le dijo: "¿Cuánto te ha dado este hombre rico por el día que has orado por él?" El jornalero respondió: "Seis reales y un pan". Jesús le dijo que fuera y le dijera que le había dado poco, y que si no le daba más le sucedería un gran mal. El jornalero fue al rico y le comunicó el mensaje. El rico le dio cinco ducados. Al volver a casa, el viejo volvió a hablarle y preguntándole cuánto había recibido, y mostrándole la moneda, le ordenó que volviera, que esa no era paga suficiente, así que fue nuevamente a la casa del rico, quien esta vez le dio cien ducados y una ropa. 

La noche siguiente, nuestro Señor se le apareció de nuevo y le dijo: "Aquél a quien has dado el dinero te ha librado (por haber orado todo el día por ti) de una muerte súbita y de las penas del infierno". Con este aviso, el mercader se convirtió, y se convirtió en un gran limosnero, habiendo comprado con sus limosnas el cielo.

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