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la pestilencia que hubo en Roma, según relata Gregorio de Armentario en su libro "Diálogos", un muchacho murió y resucitó, diciendo: "Yo estuve en el paraíso y me enseñaron todas las lenguas; así hablaba en cada una como si hubiera nacido en ella". Allí dijo: "Me mostraron quién de vosotros ha de morir en esta pestilencia", y señaló a todos. Después de decir esto, volvió a morir, como arrebatado, y comenzó a comerse los brazos, lo cual causó gran terror en todos los presentes.
San Ambrosio, yendo de camino, llegó un día a posar en casa de un hombre rico, y le preguntó cómo le iba. Él respondió que en toda su vida no le había sucedido ningún desastre. Admirado, San Ambrosio dijo a los suyos: "Vamos luego de esta casa, antes de que nos acontezca algún desastre". Apenas habían salido del pueblo cuando la casa se derrumbó, matando al hombre y destruyendo todo lo que tenía, sin parecer cosa alguna de todo, pues aquellos que están fuera de la disciplina y corrección.
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