La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

Renuncio a Satanás y todos sus ardides,

 


Oh Padre de misericordia, yo que hasta ahora he sido ingrato a vuestros beneficios y rebelde a vuestros mandamientos, vengo a vos como hijo desbaratado y me arrojo en el trono de vuestra gloria.

 Miradme como obra de vuestras manos. Renuncio a Satanás y todos sus ardides, y determino delante de vuestra sagrada Majestad evitar las ocasiones de mis culpas. Digo, Dios mío, con David los siguientes propósitos de enmienda: Estoy preparado y no desanimado para guardar vuestros mandamientos. He propuesto y determinado con firmeza guardar las leyes de vuestra justicia. He escogido el camino de la verdad y nunca me olvidaré de vuestros juicios. 

no hay cosa más dañosa que las compañías de los malos, ni más provechosa que la de los buenos, escojo desde luego por amigos y compañeros a aquellos que son amigos de vuestra divina Majestad, y renuncio el trato y la familiaridad de aquellos cuya vida y costumbres os desagradan, y para mí han sido lazo de condenación. 

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