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Dios creó a los Ángeles en el Cielo, les propuso que adoraran al Hijo de Dios hecho hombre.
Luzbel y sus secuaces, considerando que era una afrenta a su nobleza someterse a una naturaleza humana inferior a la suya, no obedecieron, y se arrojaron ellos mismos al infierno.
Primero, consideremos cómo unos espíritus sabios, hermosos y amigos de Dios, se transformaron instantáneamente en sus enemigos, abominables y condenados al infierno. Segundo, reflexionemos sobre cómo este pecado fue solo de pensamiento, y aun así fue suficiente para que un tercio de los Ángeles fueran condenados al infierno.
¡Qué orgullosos y presumidos son los hombres, y qué difícil encontrarán la puerta del Cielo! De aquí se desprende la importancia de someter el juicio y la voluntad a las indicaciones de los superiores.
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