La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

Yo confieso, Señor, ser indigno de vuestro reino

 


 Fue San Bernardo Abad una vez puesto en una Abadía, tuvo una  visión delante de Dios en juicio, e hincado de rodillas oyó lo que decían.

El demonio le acusaba de muchas cosas, y le dijo el Jesus: Responde por ti. Entonces Bernardo dijo: Yo confieso, Señor, ser indigno de vuestro reino, pero de dos títulos que vos tenéis a él, uno es, por ser vos hijo legítimo de vuestro bendito Padre, y así heredero de todos sus bienes, y con esto os contentáis vos. El otro es, que por los méritos de vuestra pasión le ganaste, y por esto me hacéis a mí de este Reino; por el cual pretendo yo alcanzarle, y en este está toda mi confianza. 

diciendo esto, alegre el Jesus se levantó, y huyó el demonio. Y San Bernardo volvió de la visión, y lloraba, porque no se había quedado allá.  

Llena estaba de esperanza la Virgen María nuestra Señora, especialmente aquellos días antes del nacimiento de Cristo, deseando entrañablemente ver al que de San Simeón había de ser sostenido en sus brazos, y aquella obra del Espíritu Santo, que con su virtud formó para tanta gloria suya, y remedio de todo el mundo. Y el santo Simeón cuando instado por el Espíritu Santo (que le había prometido que no moriría, hasta que le viese) fue aquel dichoso día en revelación a recibir el cumplimiento de la divina esperanza prometida."

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