"El Gigante del Juicio y las Tinieblas del Norte"

El miserable es el psiquiatra que te dio ese medicamento y tú, que te la creíste



 El miserable es el psiquiatra que te dio ese medicamento y tú, que te la creíste. Hermano, ¿de dónde sacas que eres una persona miserable? Díganme ustedes, ¿de dónde saca un católico que es un miserable? ¿De dónde? Eres una grandeza. La miseria te la creaste tú, hermano. Por eso, lo que tienes que hacer primeramente es decirle a tu psiquiatra, que se llama Jesucristo, porque es el único que te puede sanar el alma. Cuando estés frente a Jesús, dile: "Señor, hazme ver, hazme darme cuenta de la miseria que yo mismo me inventé en la cabeza." Y se los vuelvo a repetir, hermanos. Hay gente que fue por primera vez a un psicólogo, y el psicólogo les dijo que tenían un trastorno mental. Y esa gente nunca se volvió a ver igual, jamás, nunca se volvió a ver igual. Ahora se ven de manera miserable, se cegaron, dejaron de ver, dejaron de darse cuenta de la grandeza que son, dejaron de verse. Y entonces se convirtieron en ciegos, como Bartimeo, un ciego miserable. Su vida fue cambiada por Jesús, como la vida de tanta gente que ha creído en Jesús, que es el único que los puede sanar. Tengo montones de testimonios así, hermanos. Testimonios de gente que encontraron esa salud anímica, ese equilibrio anímico, no haciendo esas prácticas tontas que hoy te dicen de corrientes orientalistas, ocultistas, espiritistas y demás. Solo siguiendo a Jesús, es decir, creyendo en Jesús. Porque entonces le dijeron: "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. 

Quiero darme cuenta de mi miseria, de dónde estoy viviendo." ¿Cuál es tu miseria, hermanos? Veo tantas madres miserables. Se escucha grotesco, ¿no? Pero veo a tantas madres miserables que están mendigando el afecto de sus hijos: "Ay, Padre, mi vida, ¿qué voy a hacer con este muchacho?" Y ya está grande, hermano, déjalo que resuelva su vida solo. "Pero es que él se mete drogas y anda en el alcohol y todo. Si quiere vivir debajo de un puente, ahí por el periférico y todo, y si es mayor de edad..." "Ay, Padre, pero yo qué voy a hacer..." Ya hiciste lo que tenías que hacer, hermana. ¿Qué vas a hacer, volver tu vida una miseria porque tu hijo no está bien? Tienes que comenzar a ver tu propia ceguera, hermano, tu propia ceguera. ¿Cuál es tu ceguera que te está llevando a vivir de una manera miserable anímicamente? No te minimices, hermano, ni vivas como un miserable. Tú has sido hecho para cosas grandes, para cosas muy grandes. ¿Y dónde vas a encontrar tu grandeza? Cuando te encuentres con Jesús y le pidas ese milagro a Jesús: "Señor, hazme ver, hazme darme cuenta de quién soy y qué estoy haciendo con esta vida miserable." Va pasando el tiempo, van pasando los años y sigues viviendo en una dependencia emocional, afectiva, y tu vida no tiene sentido porque el esposo se fue, porque la esposa se fue, porque tu hijo no te visita. No vivas miserable. Dios te hizo para cosas grandes. ¿Qué hay que hacer, padre? Haz lo que hizo el ciego una vez que Dios le permitió ver, darse cuenta. Es entonces cuando comenzó su salud. Así les decimos de repente nosotros como terapeutas a los pacientes: "Cuando te des cuenta de dónde estás y cómo estás viviendo, va a empezar tu sanación. Mientras no..." Me ha pasado esto en el confesionario, hermanos, que la gente no ve su miseria y llega y me dice sus pecados. Yo comienzo a decirles algo para que se den cuenta, apenas les estás diciendo y la persona te interrumpe: "Ah, y también quería decirle que..." No está entendiendo, no se está dando cuenta, no sabe lo que le estoy diciendo, no está poniendo atención, no le importa lo que le estés diciendo. Por eso, hermanos, hay mucha gente que de pronto se comunica con nosotros a través de las redes sociales y nos dice: "Es que yo quiero ver al padre Adolfo, yo quiero tener una terapia con el padre Adolfo. ¿Cuándo puedo tener una sesión con el padre Adolfo?" Hermanos, yo no sano a nadie. Tienes que tener una cita, pero con Jesús, hermano, con Jesús, para que comiences a sanarte. "Es que necesito hablar..." Háblalo con Jesús. "Es que necesito exponerle lo que estoy viviendo." Díselo a Jesús. Jesús te conoce más que yo y Jesús te puede ofrecer la medicina. No yo. Por eso, hermano, hoy hay que vernos reflejados en este ciego y decir: "Señor, hoy quiero pedirte, como el ciego, que vea, que me dé cuenta de quién soy, cómo estoy viviendo, qué está haciendo que siempre esté en una miseria anímica, que esté mendigando las cosas."

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