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Vino un monje a ver al Abad Poemen, y como lo vio a hablar grandezas, Poemen callaba, y mostrándole rostro, volvió la cabeza. Y como esto vio el monje, fue triste, y le dijo un su discípulo a Poemen: ¿Por qué no le hablaste, que te vino a ver? Respondió: Este es divino, yo soy carnal.
Y le dijo esto al monje, y compungido entendió la reprensión, y volvió a él, y le dijo: Perdóname, padre, que erré. Dime cómo me salvaré. Entonces dijo el Abad Poemen: Ahora sí que quieres tratar cosas provechosas, porque aquellas, aunque son muy subidas, pero no te aprovechan. Y le dijo Ponme grandes cosas de la mortificación y humildad, y fue muy edificado. Y si esto se ha de huir, veamos qué es lo que hemos de seguir.
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