"El Gigante del Juicio y las Tinieblas del Norte"

estos últimos tenían collares de oro y coronas en sus cabezas,



Decía un viejo que había visto en el cielo cuatro órdenes de santos: uno de los enfermos que tenían paciencia; otro de los que curaban y servían con alegría; otro de los que vivían en soledad, y el cuarto era de los que vivían en obediencia. Y que solo estos últimos tenían collares de oro y coronas en sus cabezas, y los otros no, porque los demás usaban de su voluntad, pero estos la tenían por Cristo vendida. Y así decían los viejos en el desierto que la obediencia era manjar de Cristo y de los Ángeles y Santos.

Y de nuestro padre Ignacio de Loyola dice su historia que, como el Padre Laynez dijese: "Yo quiero ir a las Indias a la conversión de las gentes", dijo el Padre Ignacio: "Yo no, porque hice voto de obediencia a la Sede Apostólica, por lo cual conviene estar indiferentes para todo lo que nos quiera mandar. Porque si nuestra voluntad está determinada de suyo a otra cosa, hallará en nosotros contradicción y dificultad". En lo cual mostró que debe estar nuestra voluntad como unas fieles balanzas, iguales e indiferentes para lo que nos fuere mandado. Y tal disposición pide él a los suyos en su religión.


17. Otra vez dijo el Padre Ignacio: "Si el Sumo Pontífice me mandase entrar en un navío sin remos, y que fuese adonde Dios lo llevase, lo haría". Y dijo uno (que lo oyó): "¿Qué prudencia sería esa, Padre?" Y respondió él: "La prudencia, señor, más se requiere de parte de quien manda, que no de parte de quien obedece". Y así la obedien...

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