Nunca respondas si escuchas que tu nombre es llamado por el río”

GRITOS DE UNA ADÚLTERA CONDENADA.



se le apareció una mujer adultera a su mejor amiga que tambien era infiel y le dijo:

¡Oh, qué asombro! Ve cuál será, o adúltera, el rigor con que os ha de juzgar esta culpa cuando amenaza Dios con él para espantar a otros, ¿Cuál será cuando aún en el divino idioma se alza con la antonomasia de los rigores? ¿Cuál será cuando guarda este rigor para encarecer su ira?

 En fin, es el pendón negro que enarbola su justicia cuando se desafuera.

Repara que no dice ha de juzgarlos con el castigo de los adúlteros sino de las adúlteras, y es porque como es más grave esta culpa en la mujer que en el hombre, es también más grave su pena. Es más grave su culpa ya que rompe más frenos para caer, pues además de los espirituales.

regularmente da ocasión al pecado, pues no surtiría efecto si ella no hubiera dado o permitido la causa. Por esto amenaza Dios con el castigo en el tema, no de los adúlteros sino de las adúlteras

 Prosigue diciendo que se portará como el marido celoso que encuentra a su mujer adulterando. Nota que en este delito, a diferencia de otros, el marido se enoja,con una ira que ni da ni toma tiempo para la venganza, que ni la compasión lo mitiga ni los ruegos lo templen; antes, echando por tierra a cuantos se interponen, se arroja con una daga desesperado a ella, y después de haberla degollado reproduce en su pecho tanta herida que, de no quedar sobradamente muerta del acero, moriría anegada en su sangre.

 Dios usa este símil porque entre los humanos es el más inexorable, no porque esta ira sea ni siquiera sombra de la suya. ¿Qué tiene que ver un castigo con otro? Pues allí la adúltera ya puede (aunque no suceda) entre los agonizantes vuelcos de la muerte salvar con una contrición su alma; pero Dios quita la vida temporal y el tiempo para la eterna. Esta sí que es venganza digna de temerse .

En fin, para que conozcas el exceso dice en el tema que no solo te ha de castigar como poseído de celos sino de furor.

La Escritura al infierno:

 luego, si a la ira del infierno se añade la del furor, ya no hay con quien compararla, por no haber extremo que aventaje a la ira del abismo. Considera, pues, a un Dios omnipotente, airado sobre airado, celoso sobre celoso, enfurecido. ¿Hasta dónde llegará con su venganza? Por esto, le rogaba David que no lo castigara tomado del furor: Ne in furore tuo arguas me. Y tú, oh delicada y pobre mujer, ¿no temes lo que hacía temblar a un David que no temía osos ni leones? No temas un nublado tan sangriento porque te lo finges muy distante; pero ¡ah, desventurada, cuán pronto caerá sobre ti este aguacero de tempestades! Tienes consuelo en la seguridad de que no hay riesgo de que tu marido vea, sepa o castigue tu traición, ¿y no te aflige el que lo vea, lo sepa y lo castigue todo un Dios armado de ira, furor y celos? Un remedio tienes para tu enmienda, que es temer a Dios más que a tu esposo; así, no ofenderás a tu esposo ni a Dios, porque Dios, a diferencia del marido, siempre te verá, y por eso, no siendo desleal a su vista, siempre le serás fiel. 

Y no exageras en esto, pues si temes más a una araña que corre por tu hombro que a un mosquito, es porque la araña puede causarte más daño; entonces, debes temer a Dios más que al marido, pues todas las muertes que este último pueda darte son un mosquito en comparación con el mal que puede causarte Dios, ya que todo el mal que aquel pueda hacer no trasciende más allá del cuerpo, razón por la cual no merece ser temido; pero el de Dios se extiende a la perdición eterna.

Temporal de tu alma y cuerpo, que como es todo lo que hay que perder, es solamente lo que es digno de todo tu temor: no te digo más que lo que Cristo dijo por san Mateo 10, versículo 28

Es verdad que no ha de ser un temor de Dios al quitar, no ha de ser asido con alfileres, que en llegando la tentación te lo desprendas, sino un temor clavado en el pecho como le pedía David:y si el motivo era el temor de sus juicios .

 oh adúltera, ¿cuál ha de ser el tuyo? No hay otro medio para evitarlo que desde ahora clavar este temor de Dios en tu corazón y tu corazón en él, como Susana, que se resolvió a perder la vida y la honra suya y de los suyos, por no cometer un adulterio que no lo habría de saber la tierra; y nada temió, según el Crisóstomo, por temer solo a quien nada se le esconde, que es Dios: 

 esta honrada y generosa determinación le valió no perder la honra y vida con que la amenazaba, y ganar para con los hombres honras mientras el mundo fuere mundo, y para con Dios honra y alabanza mientras Dios fuere Dios

te desengaña para que no te dejes engañar del hombre, que por su naturaleza es mentiroso: "Omnis homo mendax" (Salmo 115). 

Ese amor que te muestra el hombre, sabe que no es hacia ti sino hacia sí mismo: no ama tus méritos sino su pasión. No caigas en el error que yo y tantas otras de pagarte de esas ficciones. Mira con qué ansia, con qué sed y a costa de qué inclemencias solicita y sigue un cazador a la perdiz o liebre, las cuales, aun sin discurso, no estiman.

 Antes huyen de quien las busca, por saber que no las siguen ni desean por afecto a ellas, sino por satisfacer su gusto al cazador, que es el de quitarles la vida. Considera, oh simple mujer, que por lo mismo, y para lo mismo, te obsequia, sigue y busca ese mal hombre; no para adorar tu persona, sino para satisfacer su apetito; no para darte obsequio, sino para quitarte la mejor vida. ¿Cómo puedes creer que te quiere bien aunque lo exprese el que te solicita y desea tanto mal? 

Pues que, si supieras lo que en su concepto desciendes, si apruebas no es ponderable lo que bajas incluso en su estimación; mira qué será en la de los que lo saben o lo presumen. Con que, para con ninguno ganas y pierdes para contigo, para con Dios, para con los hombres y aun para con el mismo cómplice; y después de perdición tan universal en esa vida, te espera en esta un juicio y rigor que no tiene ejemplar y que sirve de ejemplo para explicar Dios con él los rigores más graves y juicios más horrendos.

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