La Boda de los Ángeles caídos

te ruego jesus, que prohíbas a mis adversarios malignos que se comuniquen o se ayuden entre sí de cualquier manera



Reunirnos para pedir al Señor que se apiade de nosotros; que nos transforme desde dentro. Vamos a pedir al Señor que selle con su poder infinito este lugar y a cada uno de nosotros, para que el maligno no nos afecte; nos proteja siempre de las insidias de él. Pido a nuestro Señor Jesucristo, muerto y resucitado, que mediante mi inmerecida investidura sacerdotal someta y ate todos los espíritus del aire y la atmósfera, el agua, el viento, el fuego, la tierra, los abismos y el infierno; que someta también la influencia de cualquier alma errante o perdida que pueda estar presente y de cualquier emisario del poder satánico o de cualquier reunión de brujas, brujos, adoradores de Satán que puedan estar presentes de alguna forma preternatural.

 Que su sangre impregne el aire, la atmósfera, el agua, el fuego, el viento, la tierra y sus frutos, el universo entero, los abismos y hasta el infierno. Le ruego que prohíba a los adversarios malignos que se comuniquen o se ayuden entre sí de cualquier manera y les mande no hacer nada que no les sea ordenado en el nombre del Señor Jesús. Señor Jesús, sella con tu sangre este lugar y a todos los presentes, sus familias, amistades, sus hogares, posesiones, fuentes de sustento; prohíbe a todo espíritu perdido, brujos, grupos satánicos, emisarios o cualquiera de sus asociados inferiores o superiores que nos hagan daño o se venguen de nosotros, de nuestra familia, de nuestras amistades o causen deterioro o dañen las cosas que poseemos.

Señor Jesús, gracias por tu presencia hoy aquí. Sé que me amas y me llamas por mi nombre; viniste a liberar a los cautivos. Gracias por tu amor y tu piedad que constantemente me liberan de vínculos malignos y me colman de tu vida abundante. Te alabo, te bendigo y te adoro. Me pongo bajo tu protección, Señor, y la de tu preciosa sangre y pido a tu madre bendita, santos ángeles, que intercedan por nosotros. Amén. Amén.

Vamos ahora a ser conscientes de nuestra nada y también de nuestras fallas y limitaciones para que pueda haber efecto en que el Señor pueda sanar nuestro interior. Vamos a hacer estas renuncias al mal y al maligno. Los invito a que tomen asiento un momento. Vamos a hacer este acto de imaginación, este ejercicio que nos permite solo colocarnos frente al Señor. Cierra por un momento tus ojos y con este gesto procura desconectarte de todo lo que has vivido durante el día; ya pasó, solo existe este momento. Ya fue y ya no tiene sentido que regresemos a los momentos que van pasando. Quédate con el presente, coloca tu mano a la altura de tu pecho, en tu corazón, y en ese momento en el que has cerrado tus ojos solo contemplas a Jesús. Visualiza a Jesús. Estamos frente a él y desde tu corazón profundo vamos a hacer juntos las renuncias para manifestarle al Señor que tenemos toda la disposición de ser sanados por él.

Señor Jesús, por esta señal, al colocar mi mano a la altura de mi pecho, queremos pedirte por todos nuestros familiares y bienes, en tu amor y en tu poder, en tu sangre preciosa, para que el enemigo no pueda perjudicarnos. 

En nombre de Jesucristo, por su sangre derramada, por sus santas llagas, muy especialmente la de su sagrada espalda que tanto le hizo sufrir, y por la intercesión de la siempre virgen María, la inmaculada que aplastó la cabeza de la serpiente, yo renuncio a Satanás, autor de todo mal, de todo pecado y padre de toda mentira. Renuncio a todos los espíritus de impaciencia y de rabia, a los espíritus que generan en mí resentimientos, ofensas, tensión nerviosa, agresividad, juicio temerario, presunción, ira, odio, chismes, mentiras y calumnias. Renuncio a los espíritus que generan en mí desánimo, tristeza, melancolía, soledad, fracaso, frustración, desconfianza, ya sea de Dios o de mis hermanos; al espíritu maligno que me lleva al autorrechazo y a la autodestrucción, a las enfermedades, a la muerte. Renuncio a todo espíritu malo que me lleva a los complejos, a la ansiedad, a la angustia, a la preocupación inútil, a los traumas y enfermedades. Renuncio a todo espíritu que genera en mí desequilibrio emocional, psíquico y autodestructivo. Renuncio a todo espíritu de venganza por la muerte de un hermano, a todo espíritu de injusticia y explotación. Renuncio a todos los espíritus que me llevan a generar rebeldía contra Dios, contra los hermanos, contra mí mismo, no aceptando mis debilidades. Renuncio a todos los espíritus que me llevan a generar avaricia, apego al dinero, a las cosas, a las personas, a los cargos. Renuncio a todos los espíritus que generan en mí gula, drogas, tabaco, alcoholismo, a todos los espíritus que me llevan a la blasfemia y al sacrilegio. Renuncio a todo espíritu que genera en mí celos, envidias, pereza, hipocresía, fingimiento, adulación, falsedad. Renuncio a todo espíritu de palabras groseras, chistes lujuriosos, a cualquier tipo de espíritu que me lleva al desorden en mi sexualidad: masturbación, fornicación, prostitución, adulterio, homosexualidad, lesbianismo. Renuncio a la autosuficiencia, al egoísmo, a la vanidad, al orgullo, a buscar solo lo material, a la ambición, al poder, al robo.

 Renuncio a todo espíritu que me lleva a la superstición, a la falta de fe, a la duda, a la confusión religiosa, los horóscopos, las suertes, la cartomancia, el control mental, pirámides y meditación trascendental. Renuncio a todos los espíritus de idolatría, falsas religiones, esoterismo, masonería, rosacrucismo. Renuncio a todo espíritu de magia, de brujería o de espiritismo. Renuncio a todos los espíritus guías que invocaron sobre mí y a toda herencia de falsas religiones de mis antepasados. Renuncio de corazón a todo efecto de bautismo, consagración o cruzamiento hecho en mi persona, al espiritismo, a la magia, a las falsas religiones. Renuncio a todos los remedios rituales con métodos espiritistas, cirugías y tratamientos hechos en centros esotéricos, maldiciones o plagas que lanzaron sobre mí o mi familia.

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