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Santa Marta, una de las discípulas más privilegiadas de Jesucristo, fue reconocida por su ferviente devoción y su firme compromiso con la virginidad. Su hogar en Betania se convirtió en un refugio para Jesús y sus seguidores, donde experimentaron la hospitalidad y las enseñanzas espirituales de Marta y su familia. Durante la enfermedad y resurrección de su hermano Lázaro, Marta demostró una fe inquebrantable en Jesús. Después de la ascensión de Jesús, Marta continuó su labor misionera, convirtiendo a muchas personas en diferentes regiones. Su vida culminó con un milagro, donde salvó a su comunidad del ataque de un dragón, y finalmente, tras una vida de servicio y sacrificio, pasó al descanso eterno.
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