El santo que resucitó 16 muertos



 pues, que el glorioso San Luis Franciscano, al pasar de esta vida, comenzó el Señor y hacedor de los santos a enseñarlo al mundo, más esclarecido sin comparación de lo que lo mostrara en la vida. Aunque aquel su siervo en el tiempo que vivió fuera muy rico por la pobreza, muy alto por la humildad, muy sabio por la simpleza de paloma, muy vivo por la mortificación de la carne, y muy claro en toda honestidad y santidad. 

Sueltos los cautivos, y alcanzar remedio los enfermos, y cumplimiento de sus deseos los que invocaban al santo en sus necesidades. Y lo que más es, seis muertos fueron resucitados, según que el Papa Juan Vigésimo Segundo de ello da testimonio en la bula de su canonización. 

Y por testimonios dignos se halla haber resucitado el santo otros diez muertos, sin los seis de quien testifica la bula de su canonización como dicho es. En la provincia de Provenza, junto a Marsella, un noble varón careciendo de hijos legítimos, hizo voto a San Luis, si le diese hijos. Y poco tiempo después concibió la mujer, pero pasados nueve meses, no parió más que un embrión, o pedazo de carne que carecía de imagen y figura de hombre. 

De la cual cosa espantadas las mujeres que presentes estaban, entristecieron mucho, y enseñando aquel fruto informe al caballero su marido dijo: “Envuelvan eso en un paño y entiérrenlo, y díganle a mi mujer que parió un hermoso hijo, porque sabido lo que es, no muera de tristeza”. Lo cual como así se hiciese, pasado un día natural, la mujer en todo caso quería ver lo que pariera.

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