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Así tentó el enemigo de engañar al santo ermitaño Abraham, según la relación que nos hace San Efren. Porque hallándose el Santo solitario recogido en devota oración, vio de improviso resplandecer toda su habitación con una bella luz, que en medio de la noche formaba un claro día, y oyó que le decían estas palabras:
"Feliz tú, Abraham, que no tienes semejante; porque has cumplido en todo mi querer."
Pero Abraham, como quien tenía el verdadero espíritu del Señor, entendió luego quién fuese aquel que venía a visitarle con pompa de tanta luz, y que le daba tan feliz anuncio; y así le echó con desprecio, diciéndole:
"Anda lejos de mí, espíritu falaz y engañador. Yo no soy cual tú me predicas: soy un miserable pecador; con todo eso tengo en mi defensa a Jesucristo, en cuyo nombre te arrojo, perro infernal."
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