"El Gigante del Juicio y las Tinieblas del Norte"

La Virtud de la Castidad y su Poder para Aliviar las Almas

 


La virtud de la castidad mucho conduce para aliviar a las almas de aquellas penas del purgatorio,

 reprendió un religioso grave a un señor que tenía en su galería unos cuadros de mucha estima de unas ninfas desnudas, cuya vista, al paso que a él le deleitaba, a los ojos cristianos ofendía. Advirtió el religioso esta profanidad y, movido con celo discreto, al despedirse le dijo: "Una cosa tengo que suplicarle, que por ser del servicio de Dios no me la ha de negar". Respondió el príncipe: "Lo haré con mucho gusto". Dijo, pues, el prudente padre: "le Suplico que se sirva vestir a unos pobres desnudos que tiene en su casa y gimen muertos de frío". Respondió: "Mucho me espanto, que siendo yo tan atento en pagar y vestir a mis criados,no dejaría a otro morir de frío.

Pues venga  Señoría conmigo, dijo el religioso, y llevándole a su galería le manifestó los cuadros, diciendo: "Estos son los pobres que se han de vestir, que con mudo silencio claman por su abrigo. Y mientras usted no les vista, no está su casa bien compuesta". Trató luego del remedio y mandó quitar estás pinturas tan indecentes e indignas de la católica piedad.

 Pero oigo que me haces esta réplica: "Este cuadro de pincel tan valiente es una Santa Susana cuando se estaba lavando en el jardín, y estos viejos son los jueces de Babilonia que entraron para solicitarla. Pues si esta es historia de la Escritura, ¿qué inconveniente tiene en que se pinte?". Respondo que hay muchas cosas que son buenas para dichas, y no para pintadas. Alabo la santidad, pero no la desnudez de una mujer, aunque sea santa, porque en ella está escondido el áspid que muerde y el veneno que atosiga. Píntala en el tribunal vestida, y no en el baño desnuda, que en aquel te moverá a devoción, y en este a lujuria. ¡Oh artistas de estas obras, cuántos purgatorios tendréis en la otra vida, si no es que paséis a los infiernos! Pues con vuestros pinceles obscenos fuisteis ocasión de abrasarse tantas almas en el incendio de la torpeza, y a vosotros, aficionados a lienzos tan perniciosos, os amonesto en el nombre del Señor, que quitéis esta peste de vuestras casas, si no queréis experimentar los rigores de su potencia.

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