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También vale la oración, y así oraba San Ausberto, diciendo: "Quítame, Señor, el veneno del deleite, porque ciertamente este hechiza a los hombres, y cuando el hombre está inficionado con él, está en peligrosa disposición."
En la vida de San Francisco se dice que un fraile era tentado de este vicio, y se vistió el hábito de San Antonio de Padua, y fue luego libre de la tentación.
Otro sacerdote besó la mano al bienaventurado Santo Domingo, y sintió salir de él un suavísimo olor, y desde entonces se le quitó la tentación.
Otro se vistió el cilicio de Mederico Abad, y fue sano de las tentaciones de la carne, y salió el demonio dando voces.
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