Cómo confesarse? Primer paso: el examen de conciencia

 


Antes de ir a confesarse, es importante tomarse un tiempo para reflexionar sobre nuestros pecados y arrepentirnos sinceramente de ellos. Podemos considerar nuestras acciones a partir de un examen de conciencia, para identificar aquellas que pudieron ofender a Dios y así distinguir los pecados veniales y los graves.

Te ayudará tener un espacio diario, cada día, donde en un par de minuto examines cómo te has comportado durante el día. Eso te ayudará a que cada vez te confieses mejor, más claro, más conciso.

Cuando el sacerdote nos da la penitencia, debemos aceptarla y rezarla después de salir del confesionario. ¡Te recomiendo rezarla pronto! Porque es fácil olvidarnos luego, si no la hacemos en ese momento.

La penitencia puede incluir oraciones, obras de caridad o cualquier otro acto que nos ayude a reparar los pecados cometidos.

«La confesión es el tribunal de la misericordia de Dios, donde el Señor nos espera para perdonarnos», san Pío de Pietrelcina (Carta a su director espiritual, 13 de abril de 1913)

Después de hacer el examen de conciencia, nos arrepentimos por los pecados que hemos cometido. Este dolor debe ser sincero y estar acompañado del propósito de no volver a cometer esos pecados. Este propósito de enmienda debe estar acompañado de un esfuerzo por crecer en las virtudes y evitar nuevas ocasiones de pecado.

Recuerda: «La confesión es el sacramento de la humildad. A través de ella, el hombre se reconoce a sí mismo como pecador y se acerca a Dios para recibir su perdón», san Josemaría Escrivá (Camino, 57).

Una vez que hemos preparado nuestro corazón, debemos buscar un sacerdote y un confesionario. En algunas iglesias, se puede hacer una cita para confesarse, mientras que en otras se puede confesar antes o después de la misa.

Así será la confesión:

Al entrar al confesionario o acercarte al sacerdote que se encuentra confesando, haces la señal de la Cruz. Puede ser que el sacerdote te salude diciendo «Ave María Purísima», a lo que responderás «Sin pecado concebida». También puede ser que recite un pasaje breve de las escrituras o rece algo como “El Señor esté en tu corazón para que puedas confesarte humildemente de tus pecados”.

Indicas cuánto tiempo ha pasado desde tu última confesión (días, semanas, meses o años). Si ha pasado mucho tiempo, ¡no te preocupes! Puedes comentárselo al sacerdote y él te ayudará a confesarte mejor. También puedes indicarle si estás soltero, casado o cuál es tu estado de vida. Eso ayudará al confesor a entender mejor tus circunstancias y, de nuevo, ayudarte más.

Confiesas tus pecados: dices “Me acuso de…” y comienzas primero por los pecados mortales y luego los veniales. Es necesario confesar todos los pecados graves, no es necesario confesar todos los pecados veniales (pero es bueno hacerlo, para obtener la gracia que te ayudará a combatirlos y para escuchar los consejos del sacerdote).

Cuando acabes de enumerar tus pecados, el sacerdote puede hacerte algunas preguntas (si es necesario, para comprender mejor lo que no haya quedado claro o para aconsejarte mejor) o te dirá algunas palabras para ayudarte a luchar contra aquello en lo que habitualmente caes.

El sacerdote te dará una penitencia que ofrecerás en reparación por tus pecados.

El sacerdote recitará unas palabras de absolución, a las que responderás “Amén”.

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