el fuego del amor de Dios deshace los empedernidos

 

Así como el calor del Sol ablanda la cera, y el del fuego derrite el fuerte bronce, y derretido y fundido sale la sonora campana; así el fuego del amor de Dios deshace los empedernidos y duros corazones, imprimiendo en ellos una forma de obediencia, con la cual el enamorado en Cristo hace una suave música tañendo a concierto el salterio de diez cuerdas, que es la observancia de los divinos mandamientos. 

(Lucas 12:49). Mi intento ha sido encenderos en amor del cielo, para que en el deshechos, recibáis la forma y figura de obedientes. Y así, habiendo de darnos ley, el primer precepto fue de amor, que es una divina fragua, en la cual se disponen los corazones para los demás preceptos, y este amor ha de ser en Dios.

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La honra, amor, y culto que a Dios se debe, es en tres maneras, a saber: de corazón, palabra y obra. De corazón, teniéndole ofrecido a Dios, y de solo su amor ocupado, amándole con todo él, conservándose en él, y estando dispuesto para con las obras y palabras confesarlo, y anteponerle a todas las demás afecciones, hasta perder la vida por su honra, amor, glorificación y ley, y así se cumple con este precepto. De manera que el corazón vacío de sí, esté lleno de Dios, no quiera sino a Dios, ni se acuerde sino de Dios, no viviendo en sí, sino en Dios: como lo significó el divino Apóstol san Pablo, que encendido su corazón en amor de Dios.