"El Gigante del Juicio y las Tinieblas del Norte"

La Devoción a Nuestra Señora Basanense y el Soldado Desconfiado: Una Historia de Fe y Milagros en Basanense, Italia

 


En la ciudad de Basanense, Italia, se venera una antigua imagen de Nuestra Señora Basanense, cuyo origen es desconocido. Esta devoción se debe a la siguiente historia: Un soldado rico se casó con una mujer piadosa y, al día siguiente de su boda, tuvo que ir a la guerra por orden del rey, dejando a su esposa al cuidado de personas de confianza. La mujer rezaba constantemente a Nuestra Señora Basanense por la seguridad y regreso de su esposo.

La guerra duró nueve meses, y cuando el soldado regresó, encontró que su esposa había dado a luz un hermoso niño llamado Lorenzo diez días antes de su regreso. Aunque la esposa esperaba que el niño fuera motivo de alegría, el marido, influenciado por el demonio Lucifer, dudó de la paternidad del niño. Al llegar a casa, el soldado subió al cuarto donde estaba su esposa en cama y, pensando que estaba enferma, intentó consolarla. La mujer, feliz por el regreso de su marido, le mostró al niño, llamándolo la prenda de su matrimonio y el futuro sostén de su vejez.

Juzgando la madre que su esposo daría muchas gracias a Dios por el singular favor que les había hecho al darles sucesión, sucedió todo lo contrario a lo que imaginaba. El infernal espíritu incitó a su marido a tales celos que, con esa imaginación, empezó a pronunciar palabras ignominiosas, afrentosas y muy pesadas, seguidas de la resolución de darle muerte a ella y al niño. La afligida mujer, viéndose en tal peligro y congoja, intentó ver si con razones podría aplacar a su marido y manifestarle la verdad de lo que había dicho, que no había faltado en nada a la lealtad que le debía. Pero viendo que sus razones no eran suficientes para mitigar su cólera, y que todavía le amenazaba un fatal riesgo, destituida de los medios humanos, apeló al favor y patrocinio de la Virgen. Con lágrimas nacidas de lo íntimo de su corazón, le dijo: “Soberana Virgen, ya que a mí me faltan palabras para darle a entender a mi marido mi inocencia, disponed modo para que se persuada de la verdad en crédito de mi honor.”


Entonces, la gran Reina, que no se emplea en otra cosa que en consolar a sus devotos en las mayores aflicciones, permitió que, al tiempo que el impío marido arrebataba al tierno infante de los brazos de su afligida madre para ejecutar con él y su consorte una lastimosa tragedia, el recién nacido infante Lorenzo, que solo tenía diez días, prorumpiera en las siguientes palabras: “¿Qué intentas hacer, padre, cuando yo soy tu hijo y mi madre está inocente?” Habiendo visto el marido este portento y manifestación cierta de la inocencia de su mujer, devolvió el tierno infante a los brazos de su esposa. Gustoso de tal suceso y con los ojos llenos de lágrimas, pidió perdón a su leal esposa por lo que había intentado hacer con ella, y todos juntos dieron las gracias a la Virgen Madre, pues por su medio, habían logrado ambos, uno el desengaño y el otro el consuelo que necesitaban. Quedaron en adelante muy devotos de esta Soberana Princesa, a quien se reconocían deudores de tales beneficios. 

Y no pararon aquí los favores de la Reina de los Cielos, pues Lorenzo mereció, por intercesión de la Virgen, alcanzar la bienaventuranza. Siendo niño, aun no de cinco años, dio la vida por la fe de Cristo, logrando la corona y palma del martirio, que con mucha crueldad le dieron unos judíos.

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