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Mary vive en Estados Unidos y está casada con un hombre haitiano que nació en Haití pero creció en Toronto, Canadá, lugar donde ambos se conocieron mientras estudiaban la universidad. Con el tiempo se enamoraron, se graduaron y finalmente se casaron.
Antes de casarse, el esposo le confesó a Mary una historia extraña sobre un encuentro con una sirena. Él contó que, años atrás, estaba en la playa con sus amigos, divirtiéndose y bebiendo. Durante ese día, quedó dormido sobre la arena y tuvo un sueño con una mujer extremadamente atractiva que parecía montarlo de manera íntima. Al despertar, no le dio mayor importancia. Sin embargo, poco a poco comenzó a tener sueños recurrentes con la misma mujer, quien le decía que tenían un hijo juntos.
Según él, esa criatura era un espíritu marino muy poderoso, protector de su descendencia. Además, aseguró que gracias a esta conexión había recibido grandes cantidades de dinero y oportunidades de manera inexplicable, lo que lo motivó a mantener la relación con el espíritu cercana y secreta. Cuando Mary conoció toda la historia, él le puso una condición para casarse: debía permitir que la criatura ocupara su cuerpo para que el hijo que habían concebido en el plano espiritual pudiera nacer en el mundo físico. Mary, aterrada, se negó.
Con el tiempo, Mary empezó a notar cambios físicos en su cuerpo: sus pies parecían alargarse, sus uñas crecían de manera exagerada y sus ojos se volvían completamente negros. Cada vez que le contaba esto a su esposo, él solo le decía que debía dejar que ocurriera. Además, Mary comenzó a tener sueños donde la criatura insistía en entregarle un bebé, algo que la llenaba de miedo. Incluso encontraba escamas en su cama, como si una serpiente hubiera mudado la piel allí, lo que aumentaba su sensación de peligro.
La situación llegó a un punto crítico cuando la madre de Mary, al enterarse de todo, decidió intervenir espiritualmente. Ella comprendía el mundo sobrenatural y entendía que no se trataba de una sirena inocente, sino de un demonio marino que se hacía pasar por sirena. Este espíritu inmundo había seducido al esposo y obtenido riquezas a cambio de un hijo que le sería entregado como pago por el pacto.
La madre comenzó a orar y a hablar con Mary sobre la verdadera naturaleza de la criatura. Le explicaba que las sirenas, aunque se mencionan como figuras míticas, son utilizadas por espíritus malignos en las aguas para seducir y atrapar a las personas. Intentaba advertirle que el dinero y la riqueza que su esposo había recibido no eran regalos, sino ganancias obtenidas a través del pacto con un demonio, y que entregar un hijo sería un sacrificio espiritual muy peligroso.
Mary, sin embargo, aún no logra comprender del todo. Su mente es racional y le cuesta aceptar la realidad del mundo espiritual. Aun así, ha comenzado un proceso de liberación: empezó a asistir a misa, a acercarse a Dios y a buscar protección espiritual. Al mismo tiempo, siente miedo de perder la estabilidad económica y los bienes que ha disfrutado gracias al pacto de su esposo. Esta dualidad la mantiene en tensión constante, entre la fe y el temor, entre la obediencia a Dios y la tentación de las riquezas.
La historia de Mary continúa como un proceso de lucha espiritual: cada día es un desafío para resistir al demonio marino, fortalecer su fe y liberarse del pacto que amenaza su vida y su familia. Su madre sigue guiándola, enseñándole que la verdadera protección viene de Dios y que ningún beneficio material justifica entregar el alma o a un hijo a un espíritu inmundo.
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