La Boda de los Ángeles caídos

La obediencia agrada mucho al Señor:



 La obediencia tal agrada mucho al Señor: como la de Abraham al inmolar a su hijo, de quien le había prometido que nacerían reyes y muchas gentes, y no replicó contra ello.

Cuando San Francisco envió a un hermano a pedir limosna, fue, y después, cuando volvía, venía cantando lleno de alegría. Salió a recibirlo, lo abrazó y le dijo: "Así quiero yo que vuelvan mis frailes a su casa, con más devoción que cuando salieron."

 Un viejo tenía un hermano compañero con quien vivía en soledad, y un hombre lego venía a sus tiempos a llevar a vender las obras que hacían y proveer de lo necesario. Y como unos días no viniese, oró al Señor el viejo, preguntándole si enviaría al compañero a buscar a aquel hombre lego o no. Al fin, determinó enviarlo, diciendo: "Creo en mi Dios que te guardará. 

Corre, ve y dile que no ha venido." Y llegando a su casa, no lo halló allí, y una hija de aquel hombre, que estaba sola en casa, le compelió a entrar y lo provocó a pecar. Y como el monje se comenzase a turbar, dijo: "Dios de mi superior, mira por mí." Y súbitamente fue arrebatado y puesto al otro lado del río. Porque se vea en cuánto peligro está el monje fuera de su casa, y cómo libra la obediencia.

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