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"Las puertas de un reino en el infierno,se abrieron para que entrara el demonio de la perdición que apenas pisó el umbral, cuando fue detenido al oír la voz de la condena de un hijo rebelde."
"¡Ay, padre mío! ¿Dónde estás? ¡Qué mala escuela tuve en tu casa, porque no reparaste en mi ternura, cuya edad con facilidad aprende lo que ve! ¿Por qué no guardaste tus infamias de los ojos ajenos y de los menores de tu casa?
¿Ya que no reparaste cuando cometías la culpa ante Dios, a quien nada se le oculta?
¡Ay de mí, ay de ti! ¿Qué pecados sobrepujaron tus cabellos siendo gentil, no cristiano?
¿Qué más hubiera hecho alguien no dedicado a Dios? ¿En qué empleaste la niñez, la juventud y todos los días de la vida sin recordar la muerte?
¿En qué ocupaste los vilísimos sentidos corporales y las potencias del alma?
¿Por qué no apartaste los ojos que Dios te dio de la vanidad? ¿Por qué no cerraste los oídos a la mentira y a la murmuración?
¿Esa mala lengua juradora, siempre, y todo junto, tú, dado al pecado públicamente? ¿Qué querías que hiciera yo? —preguntó el demonio—, y respondío con más desesperanza: ¿Quién quieres que sea? ¡Un desdichado!
¡Un palo seco y sin virtud, al que la muerte sorprendió desprevenido y entregó a las eternidades!"
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