Virgen de los Desamparados nos ayudará".



Entre la ciudad de Gandía y Denia hay un tramo de mar que llaman la Almadraba, donde acude mucha gente durante la pesca de los atunes, y en particular muchas barcas para llevarlos a Valencia, Alicante y otras partes.

 Una de estas barcas pertenecía a un hombre de Villajoyosa llamado Vicente Lorca, en la cual, en un día como hoy del año 1646, algunos de la misma villa vinieron a ver pescar los atunes. (Un entretenimiento muy apetecido por muchos y rara vez narrado, ya que con el calor del sol y la putrefacción de las entrañas de los atunes, a menudo se generan algunas fiebres incurables). 

Sucedió que, al salir ya de la Almadraba cuando estaban en el Cabo, conocido como Cabo de Martín, divisaron una fragata de musulmanes y al entrar en recelo sobre si continuar o volver atrás, uno de los que iban, llamado el patrón Antonio Soler, dijo: "Pasemos, que la Virgen de los Desamparados y Santa Marta  nos ayudará".

 Prosiguieron, y poco después, salieron de entre unas calas dos barcas de moros, y sin poder defenderse, fueron apresados, desnudados de sus ropas, rapados y puestos a remar. Entre ellos iba un joven simple, quien, tan pronto como se vio remando, se volvió hacia un compañero llamado Miguel Tonda y con mucha sencillez le dijo: " Bien dicen, que la Madre de Dios hace de las suyas.  A fe que tendremos buena cena en Berberia". 

Sus compañeros lo corrigieron, y con muchas lágrimas clamaron interiormente a la Santísima Virgen, ofreciendo visitar su santa capilla de los Desamparados de Valencia si los libraba de esa gente sin ley.

 Hecho el voto, pasó aproximadamente un cuarto de hora y descubrieron en lo alto de una duna a un estudiante que se dirigía a la Almadraba; y tan pronto como el joven simple lo vio, gritó sin importarle lo que pudiera pasarle con los moros, ni que fuera imposible que el estudiante lo oyera, y dijo: 

"A ma mare que esta canalla me ha rapat: A mi madre dile que esta canalla me ha rapado"; y en cuanto los moros entendieron lo que quería decir, le golpearon en el estómago hasta que vomitó.

 Pero la Santísima Virgen, compadeciéndose de sus devotos, dispuso que el estudiante escuchara la voz, aunque hubiera más de media legua de distancia; y al avisar a unas barcas que había no muy lejos, estas salieron y los alcanzaron, cogiéndolos desprevenidos en una cala donde se habían refugiado. Pelearon durante tres horas, y finalmente liberaron a todos los cautivos, regresando tan contentos como se puede imaginar, y todos cumplieron su voto, llevando una pintura a la capilla donde se encontraba la santa imagen en aquel entonces, que hoy en día recuerda este evento, aunque con algunas variaciones en las circunstancias.

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