Quien Dios toca, señale que Dios la ha tocado eficazmente".

 

 Doña Sancha Carrillo, mostrando mucha gala en sus primeros verdores, se arrojó un día a los pies del Venerable Padre Maestro Ávila, para que la confesase de penitencia. 

Como la vio el siervo de Dios tan bizarra, despidiendo sus vestidos olorosos perfumes de ámbar y algalia, la predicó tan altamente de la vanidad de este mundo, afeando el ornato con que venía a sus pies a confesar sus pecados, que no pudo responder sino con los ojos, haciendo de ellos copiosas fuentes de lágrimas.

Las palabras fueron del Apóstol de Andalucía tan sentidas, o por mejor decir, flechas agudas, que la pasaron al corazón, y trocándose en otra fe, desnudó al punto de los vestidos ricos que llevaba, y se vistió de un hábito de penitente.la Tocó Dios a esta Venerable Matrona con impulso superior, cambiando la gala de sus vestidos en ásperos sayales. 

Estos cambios, sin duda, son efectos de la mano poderosa del muy alto, y viene bien aquí lo que dijo aquel otro agudamente para las mujeres: "Quien Dios  toca, señale que Dios la ha tocado eficazmente".No pretendo condenar el aliño decente, que consiste en el medio, sino el extremo de las galas sobradamente afectadas y decir a aquellas que las visten, que tienen ya en esta vida unos resabios de Infierno, como lo dicen muchos Santos, y lo afirma el Doctor Máximo San Jerónimo, escribiendo una Carta a la Venerable Virgen Leta; dice pues: Que cierta Madre ponía mucho cuidado en tocar, y vestir ricamente a su hija, rizaba el pelo, bruñía la frente, arrebolaba las mejillas, vestía el cuello con ricas gargantillas de perlas, colgaba de sus oídos ricos diamantes, y toda envuelta en flecos de colores, parecía en todo tiempo una florida primavera, consultaba con el espejo, una y otra vez, todas las dudas de su profano adorno, como podría parecer mejor.En lo terso de sus lunas corrigen muchas los yerros de la gala, pero si se miraran muchas veces, a la luna de sus conciencias, conocieran las que se venden por soles de hermosura, que han de parar sus rayos, en tinieblas exteriores, en horror de las gentes, y pasto de los gusanos.